TAPA BLANDA, LIBRO USADO, RECUERDA QUE UN % DE ESTA VENTA COLABORA CON FUNDACIONES QUE FOMENTAN LA LECTURA EN ZONAS VULNERABLES. Nacido en 1533 en el sur de Francia en el seno de una familia noble, Michel de Montaigne representa una de las figuras más importantes del pensamiento renacentista francés. Desde una temprana edad, se formó en la tradición clásica –a petición de su padre, aprendió el latín antes del francés— para luego estudiar derecho y desempeñarse como magistrado en Burdeos. A los treinta y cinco años, tras la muerte de su padre, volvió a su hacienda familiar para hacerse cargo de sus propiedades y dedicarse a una vida de lectura, escritura e introspección. Allí, encerrado en su biblioteca personal, comenzó a anotar sus reflexiones sobre la naturaleza de la experiencia humana a partir de un diálogo con los grandes pensadores de la Antigüedad –Platón, Aristóteles, Cicerón, entre otros— que había leído a lo largo de su vida. El resultado sería una de las obras literarias más emblemáticas del espíritu renacentista: un conjunto de más de cien ensayos que abordaron temas tan variados como las emociones, el ocio, la imaginación, la educación, los caníbales, la enfermedad, la salud y la muerte. Pero tal vez lo que más llama la atención sobre los textos de Montaigne es el género literario que introduce: el ensayo escrito en primera persona. Remontando a la acepción francesa de la palabra, Montaigne emplea el ensayo para examinarse a sí mismo, evaluando críticamente sus ideas sobre el mundo, buscando no llegar a una conclusión absoluta sino más bien ensayar sus ideas libremente a partir de la exploración. Es aquí donde encontramos algunos de los aportes más transcendentales de Montaigne: su escepticismo ante la verdad absoluta y el valor de la introspección y el pensamiento crítico per se.