TAPA BLANDA, LIBRO USADO, RECUERDA QUE EL 10% DE ESTA VENTA COLABORA CON FUNDACIONES QUE FOMENTAN LA LECTURA EN ZONAS VULNERABLES. Tras una larga investigación y con un estilo intimista, Mónica Echeverría logra devolver a la vida a una de las mujeres más excepcionales de la historia reciente de Chile. Yo, Violeta es el relato de una mujer que se salvó de ser analfabeta y que logró desarrollar su fuerza artística y componer canciones como Gracias a la vida o Volver a los diecisiete. La autora conoció y compartió junto a Violeta Parra en más de una ocasión, pues su marido, el entonces alcalde de La Reina Fernando Castillo Velasco, donó la famosa Carpa de La Reina a la artista. Mónica Echeverría realizó un arduo trabajo de investigación y recopilación informativa, tomando contacto con numerosas fuentes en la reconstrucción de la vida de Violeta. Respecto de su círculo sanguíneo, se entrevistó con Nicanor Parra y el Toni Canarito (Óscar Parra), un hermano poco conocido de la numerosa familia. Asimismo, conversó con la esposa de Ángel Parra y la nuera de Violeta, Marta Orrego. Sobre el legado artístico de Violeta, Mónica conversó con personas clave en el desarrollo musical contemporáneo nacional: ejemplos destacados son Margot Loyola, Paz Undurraga y Patricio Manns, entre muchos otros. Junto a lo anterior, Mónica desarrolló un gran trabajo conjunto con los dos cuicos de mierda (como Violeta los llamara) que le dieron una mano transcribiendo musicalmente sus obras, en especial El Gavilán: Gastón Soublette y Miguel Letelier. Otra área de investigación fueron los amigos y conocidos que acompañaron y apoyaron a Violeta en su viaje a Europa: Amparo Claro, Fernán Meza y Miguel Lawner, por mencionar algunos. Además, Mónica tomó contacto con Alberto Zapicán, último amor de Violeta. En la novela, es la misma Violeta Parra quien habla en primera persona de sus orígenes, de su pobreza, del ímpetu que la llevó siempre a dar un paso adelante, de cómo llegó sola a Santiago todavía siendo una niña, de la ayuda incondicional de su hermano Nicanor, de sus amigos, de los viajes al extranjero, del éxito y el fracaso, de la felicidad y el desconsuelo. Pero, sobre todo, de sus amores y de la locura infinita por el suizo Gilbert, pues la pasión para Violeta fue la luz con que imprimió todo lo que hacía. La autora comenta que fue tal su compenetración con el personaje, que llegó a permitir que Violeta hablase por sí misma, mandando del otro mundo mensajes póstumos, en especial a su hermano Nicanor, por no haber hecho pública una carta que ella habría escrito minutos antes de morir, y que sostenía en sus manos cuando la encontraron sin vida.

Calificación del estado de los libros:

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